El día de reposo es para el ser humano y no el ser humano para el día de reposo
Aunque da la impresión que la predicación actual girara alrededor de la obediencia como valor absoluto y superlativo, la Biblia pareciera empecinarse en narrar la vereda opuesta. Casi la mayoría de relatos bíblicos están marcados por el tinte rebelde de la desobediencia a sistemas nocivos para los protagonistas y los pueblos que representaban, en medio de sociedades que obedecían a sus tradiciones y que buscaban cerrar el paso a aquellas voces silentes que pretendían contar los hechos desde su visión sin que estas fueran apagadas.
Ejemplos como acabo de señalar, hay muchos. Desde un Dios que se proclamaba único en medio de culturas politeístas, hasta la actitud del mismo en contra de sacrificios humanos, cuando esta práctica era el común denominador en medio de los pueblos que rodeaban los destinatarios de la historia de Abraham e Isaac.
Los personajes de las Escrituras no se escaparon a ello. Prostitutas que mienten a su gobierno para que un pueblo enemigo pueda conquistar la tierra en la que fluye leche y miel, los jóvenes que se niegan a probar la cena del plato del rey, el carpintero que rehúsa enviar a su prometida a la lapidación por resultar embarazada antes de tiempo, el predicador que se niega a ser enjuiciado alegando su nacionalidad romana, la mujer que entra en los aposentos del rey, aún bajo riesgo de perder su propia vida, el profeta que dice ser el Hijo de Dios y conocerle desde antes de los tiempos; son algunos de los ejemplos más emblemáticos de este desorden.
Luego, la historia mira el ejemplo de los relatos y se empecina en volverse cíclica. Los monjes que cuestionan la infalibilidad de su líder religioso y pretendiendo reformar la institución terminan iniciando un nuevo movimiento, los pueblos emancipados contra sus conquistadores en tierras lejanas que levantan sus gritos de independencia contra coronas soberanas, los esclavos afrodescendientes que después de llorar a través de su música la desgracia que viven, se niegan a ceder el asiento del bus a sus victimarios, o aquellos mismos, quienes a pesar de tenerlo prohibido se atreven a entrar a la cafetería de sus amos a tomar un café.
Por eso es que la actitud y el discurso de Jesús deberían retumbar en nuestros oídos amaestrados a obedecer, para que de esta manera, esas palabras nos hicieran libres tal y como lo prometió. El prócer independentista Colombiano, Francisco de Paula Santander logró inmortalizar una de sus frases célebres a través de la rebeldía contra un imperio que se convertiría en paradoja, la libertad de la ley. “Colombianos, las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”.
Y digo que paradoja porque resultaría contradictorio que sean justamente las leyes quienes traigan dicha libertad. Sin embargo, Santander debió leer a Jesús cuando sanó en día de reposo y entonces nos enseñó que la ley no tiene que enseñorearse del hombre, sino que esta existe para su servicio, su bienestar. Si esto no ocurre, sino todo lo contrario, entonces no hay legitimidad en dicha ley y habrá que derogarla a través de la acción del bien.
La vida del Maestro de Galilea está llena de episodios en los que poner a la ley en su lugar, ni más alto, ni más bajo, era uno de los mensajes claves de sus dichos. Lamentablemente hoy ocurre lo contrario, las leyes se están enseñoreando de las personas, quienes aprendieron únicamente a vivir en función de ellas.
“Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella;” Romanos 13:1-3
Desde este texto, se ha construido la premisa de la obediencia irrestricta, sin importar la calidad de la ley o de la autoridad, ignorando así el versículo dos, el cual es condicional. Sin embargo, el teólogo puertoriqueño Julio Álvarez señala al respecto que cuando este pasaje de Pablo habla de las autoridades impuestas por Dios, no se refiere a individuos que ejercen dichas autoridades sino a la institucionalidad de las mismas, la oficina, la autoridad como tal. Él lo ejemplifica de esta manera. El puesto de presidente es dado por Dios, dentro de sus deberes está el cuidar el orden y la justicia de la nación; eso no quiere decir que el presidente Gómez cumpla cabalmente esa asignación, así esté ocupando tal puesto.
Jesús como ejemplo máximo de fe, toma una actitud subversiva a la persona que ejerce una autoridad que no cumple el objeto de la misma, quien desde la superioridad que provee esta, abusa y destruye a quienes se supone debería cuidar, proteger, enseñar y edificar. Allí construye la resistencia y no violencia activa; es por eso que vence al mal con el bien.
Hasta que no entendamos que la ley es para el hombre, en vez de este último vivir en función de ella, no podremos comprender las palabras del Maestro cuando dice que el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir. La autoridad, si es que sigue el ejemplo de Jesús, deberá aprender y actuar en consecuencia; mientras tanto, la manipulación y el abuso espiritual seguirán siendo el menú diario en comunidades de fe contemporáneas. Dios nos quiere salvar de la ley y la autoridad.
Con aprecio,
Pr. David Gaitan