Déjame terminar mi oración primero

St George's Methodist Church - Philadelphia

En estas bancas de la iglesia St. George’s (foto) sucedió una historia que Albert Raboteau cuenta en su libro “A Fire in the Bones,” de la siguiente manera:

“Un domingo por la mañana de 1792 o 1793, los miembros negros de la Iglesia Metodista de St George’s en Filadelfia se enteraron con sorpresa de que no podían sentarse en los bancos que normalmente usaban. En vez de eso, el sacristán les ordenó sentarse arriba, en el balcón recientemente construído en la parte trasera de la iglesia. Aunque la situación era injusta (después de todo, ellos habían contribuido como los blancos para remodelar la iglesia), cumplieron la orden. Cuando comenzó la oración inicial, uno de los ujieres blancos le dijo a Absalom Jones, un respetado feligrés negro, que se levantara y pasara del frente al fondo del balcón. Jones, un hombre con dignidad, de unos cuarenta años, le pidió al síndico que esperara hasta que terminara la oración, pero el hombre blanco insistió en que se moviera de inmediato y le indicó a otro síndico que lo ayudara a levantar a Jones de sus rodillas. Tan pronto como terminó la oración, Jones, al igual que el resto de los fieles negros, se levantaron y salieron de la iglesia en conjunto”.

Recuerdo cuando leí estas líneas por primera vez. Mi alma se llenó de una emoción que no puedo describir. Fue una mezcla de sentimientos entre tristeza, desilusión y también emoción por la valentía de Jones y Allen (quien también fue parte del evento), quienes tuvieron que abandonar el lugar inspirados por un alto sentido de dignidad. Según la historia completa, este evento inició el movimiento metodista negro en los Estados Unidos, que a su vez marcó el comienzo de la Iglesia Episcopal Metodista Afroamericana.

Han pasado algunos años y durante el mes de febrero celebramos el Mes de la Historia Afroamericana en Trinity. Por supuesto, el metodismo se ha visto también impactado por la historia afroamericana en Estados Unidos. Por eso hoy relato esta historia.

Aunque el reverendo Alfred T. Day. III, explica que algunos detalles de esta historia han sido cuestionados por algunos académicos ya que, según sus investigaciones, algunos hechos históricos no coinciden con ella (por ejemplo, el balcón quizás no existía cuando ocurrió el hecho), la relevancia de este relato es una piedra angular que sostiene la base de la Historia Metodista Negra. “Que algo pasó entre negros y blancos en St. George’s es indiscutible”, afirma.

Citando al académico Carol V.R. George, el Rev. T. Day presenta una contextualización de la historia de esta manera:

“El éxito de Richard Allen (quien era el único predicador negro en Filadelfia en aquel tiempo) llenó los asientos vacíos de St. George con conversos negros. Como no quedaban espacios libres, se pidió a los negros que cedieran sus lugares en favor de los blancos. La solución al hacinamiento resultante fue una campaña de construcción para añadir asientos en el balcón a los que ya existían en el primer piso, el principal. Los negros contribuyeron con una parte considerable de esfuerzo y ​​dinero a esta campaña de construcción. Al finalizar la renovación, los negros esperaban volver a su antiguo patrón de asientos en el piso principal, pero se les dijo que tendrían que sentarse en el balcón recién construido…”

Estar sentado en estas bancas donde ocurrió aquella historia, me hizo reflexionar sobre cómo ser conscientes de nuestra historia nos ayuda a, por un lado, no repetirla, y por otro, repararla.

Reparamos cuando conocemos las historias de las personas y las honramos. Reparamos cuando reconocemos nuestras diferencias y respetamos las experiencias que dibujan esas diferencias. Reparamos cuando comenzamos a construir desde nuestras diferencias mientras celebramos la diversidad que nos mantiene unidos como un cuerpo, con diferentes formas y funciones, pero persiguiendo un mismo objetivo.

Dejemos que la belleza y la sabiduría de la herencia negra nos guíen a un lugar de no repetición para que adoremos juntos y permitamos que cada oración sea completa y luego se eleve al cielo.

Con aprecio,

Pastor David Gaitan

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