¿Por qué una paloma?
Es curioso (cuanto menos eso) que, según los evangelios y en el marco del bautismo de Jesús de Nazaret, el Espíritu Santo se manifieste volando como una paloma. Teniendo a su disposición cualquier símbolo o metáfora animal, escoge ese.
Podría haberse manifestado, al uso de otras teofanías judías y paganas, como un león rugiente, signo de soberanía. O como un oso, signo de ferocidad. O como un toro, signo de fuerza y de poder. O como un águila, signo de quien todo lo ve y lo escruta. Pero no… Cuando decide manifestarse, lo hace con el aspecto de una paloma.
Cabe preguntarse seriamente por qué…
Para los judíos que estaban viendo la escena, la paloma era la más pequeña ofrenda que podía llevarse al Templo. Era la ofrenda de los pobres, de los desarrapados, de los miserables, de los nadies, de los sin nada, de los que tenían tan poco, que no podían ofrecer otra cosa. Era el signo visible de unas vidas puestas a prueba por la carestía y el sufrimiento. Era la pequeña aportación de quienes a duras penas podían mantener a sus hijos con vida.
Así se manifiesta Dios en su más importante teofanía. Cuando trata de respaldar el inicio de la obra de su enviado, lo hace adquiriendo la forma de lo que es propio de los débiles, de los marginados por los opulentos, de los oprimidos por un sistema que no tiene en cuenta la injusticia. Así es el Dios de Jesús de Nazaret.
Por: Juan Ramón Junqueras